Llevo una semana y pico con el ordenador de la oficina estropeado.
Nunca es un buen momento para que se rompa, pero si además es algo que necesitas para desempeñar tu trabajo, pues aún menos.
Un jueves por la tarde me fui de la oficina y funcionaba, y el viernes a primera hora, pues ahí estaba, completamente muerto, con un mensaje que decía «no hay conexión de red».
Yo, que aunque no lo parezca, tengo mis momentos de lucidez, echo mano de mi «informática nivel usuario» y me dispongo a realizar los trámites que siempre me indican los informáticos:
– reiniciar el ordenador
– reiniciar el servidor
– comprobar que los cables están enchufados correctamente.
Prueba superada, test hecho, ordenador sigue sin funcionar. Entonces, decido que es el momento de avisar a los expertos, pongo una incidencia a través de nuestra intranet y espero.
Lunes como a las doce, me responden, y me piden que haga exactamente lo mismo que hice unas tres veces el viernes.
No sé qué tipo de gente es la que atienden en informática, pero por la forma en la que me hablaban, muy listos no deben ser. -mira, muchacha, que todo eso que me estás diciendo, ya lo he hecho yo y sigue sin funcionar. – vale, entonces no es un problema nuestro, te mandamos un técnico de Fujitsu.
El jueves siguiente, viene el técnico y el señor Murphy, hace de las suyas, aquél mueve el cable varias veces y consigue hacerlo funcionar. No se va muy convencido, pero como funciona, pues su trabajo ha terminado. A la media hora de irse, vuelve a estropearse.
Vuelvo a usar la intranet y pongo otra reclamación, al última hora de ese día, me llaman:
– a ver, cuál es el problema? ha intentado reiniciar el ordenador? (fijate que eso no se me habría ocurrido nunca) si, mira, si, tengo una carrera, un máster y he sacado hasta matrículas de honor, si lo he hecho, y he comprobado todo, y he cambiado el cable, por si estaba roto, vamos, que he comprado uno nuevo, y he cambiado el enchufe de clavija y ya estoy harta, venga hombre, que sólo me falta ser rubia para que podáis decirme todo eso con excusa. – Vale señorita, no se preocupe, le enviamos un técnico.
Dos semanas más tarde, ha venido un técnico, ha comprobado todo, ha cambiado el cable (que no funcionaba) y ha cambiado la clavija de la pared, que tampoco funcionaba y ahora todo va como la seda.
Dos semanas para conseguir arreglar un ordenador, las mismas que han tardado en enviar a los técnicos, varias reclamaciones mías y un par de llamadas en la que daba la sensación de que pensaban que tenían a una niña de 2 años al otro lado del teléfono, de cómo me hablaban. Como decía, que sólo me ha faltado ser rubia.
Yo no es que sea muy lista, pero oye, a veces tengo mis momentos de lucidez y hasta yo misma me sorprendo.