Desde hace algún tiempo, todo lo que veo en redes sociales, son comentarios y críticas a las publicaciones que hacen otros.
Me llama mucho la atención que haya gente que siga a famosos para ponerles a caer de un burro, si no te gusta cómo canta, cómo actúa, cómo viste o cómo es, ¿para qué le sigues?¿qué te interesa de su vida? ¿O es que la tuya está tan vacía que sólo se llena mediante malos comentarios?
Que si fulanito se ha puesto más gordo, que si menganita está comiendo jamón cuando está embarazada, que vaya casa tienes cuando hay personas que pasan hambre por el mundo… como todos tenemos una opinión, pues la exponemos libremente, muchas veces sin pensar en las consecuencias que esos comentarios pueden tener.
Esto también se hacía antes, pero claro, el alcance era mucho menor. Antes, cuando una mujer se quedaba embarazada, tenía a su madre, a su suegra, a su cuñado, a sus vecinos, a la de la tienda, al panadero, etc. dando opinión sobre su barriga, sus hábitos alimenticios, etc, pero, era gente conocida y no podías despacharte a gusto con ellos por el qué dirán (o qué diría tu madre más bien).
Veo comentarios de “haters” diariamente y alucino y pienso en cómo se deberán comportar en su vida si con un “desconocido” se comportan así. Me encanta la sección “el amargao de twitter” que hacen en Lo Mejor que te puede pasar de Nuria Roca donde ponen a caldo a esos individuos «amargaos» que reflejan fielmente lo que intento decir.
Y esto no hace otra cosa que traerme a la mente la fábula del padre, el hijo y el burro. Si total, hagas lo que hagas te van a criticar, pues empieza a hacer lo que te dé la gana.
Os dejo aquí la fábula por si alguno no la recuerda.
Un padre acompañado de su hijo de corta edad y su burro, tenían que cruzar semanalmente la plaza de un pueblo para dirigirse a realizar unos trabajos en una aldea cercana. Un día, el niño iba montado en el burro y el padre caminando cerca mientras pasaban por la plaza del pueblo, un tanto concurrida de vecinos, – como era habitual -, que miraban con curiosidad la escena que se presentaba ante sus ojos. Una vez rebasada la plaza principal, los vecinos comenzaron a criticar ácidamente: «Será posible? ¡el niño, fuerte y robusto sobre el burro, y el pobre padre mayor y achacoso caminando! ¡Qué poca vergüenza!
Habiendo llegado estos comentarios a oídos de este hombre, la siguiente semana, era él mismo el que iba sobre el burro y el niño caminando, azuzando al animal. Los vecinos del pueblo al ver esto, arremetieron con sus críticas hacia el padre: «Qué poca vergüenza! ¡el pobre crío caminando y él tan contento sobre el burro! ¡qué padre más despiadado!
Con el fin de no recibir tantas críticas, a la semana siguiente, pasan delante de los vecinos del pueblo, tanto el padre como el hijo montados en el burro; al ver esto, aquellos que estaban sentados en la plaza muestran abiertamente sus críticas: «Cómo es posible que tengan tan poca consideración por el animal. ¡Los dos sentados tranquilamente y el pobre animal, derrengado, llevándolos sobre su lomo!»
Al pasar el tiempo, y tener una vez más que pasar por el pueblo, y evitar de una vez por todas, todo tipo de crítica, el padre y el hijo van caminando, llevando al burro atado con una cuerda. Al ver esto, los vecinos del pueblo, no pueden dejar de exclamar: «¡Serán estúpidos!, para qué quieren el burro, los dos caminando y el burro moviéndose a sus anchas; qué poco cerebro tienen!»
Es imposible satisfacer a todos en todo momento. Lo importante es saber tomar decisiones sabias sin estar pendientes del qué dirán.