Se acaba el año y como viene siendo habitual, llega el momento de hacer balance. Yo suelo hacer balance de mi vida al menos tres veces al año. Una, en el mes de septiembre, por esa “deformación” de mi época de estudiante, donde cada septiembre empezaba un curso nuevo, una vida nueva, una agenda en blanco que llenar de cosas nuevas. Otra en mi cumpleaños, porque ahí es donde está el verdadero inicio de todo año tras año y otra, como todo el mundo, cuando acaba un año y está a punto de empezar otro.
Cuando echo la vista atrás para ver hasta dónde me han llevado estos 34 años, me doy cuenta de muchas cosas, unas que me gustan más y otras que no me gustan tanto y que me gustaría poco a poco ir cambiando.
El 2014 no se ha portado mal, no ha sido un gran año si lo valoro con hitos significativos pero, si me voy al archivo de mi disco duro o a las fotos de los momentos felices, ha sido un año magnífico.
He aprendido a saltar y girar en patines, incluso sobre hielo; he viajado y descubierto nuevas ciudades y nuevos países, he cumplido propósitos que tenía atrasados, he desayunado frente al mar, he cenado mientras oía Nessun Dorma y me he dejado ligar por un famoso, he ido a conciertos y festivales que quedarán en mi retina para siempre, he escalado en un búlder, he disfrutado de dos días de belleza sólo para mí, he descubierto que la tarta de zanahoria es una de mis favoritas, he roto todos los consejos médicos que debes cumplir cuando viajas a otro país y no me ha pasado nada; he disfrutado de fiestas, pin up parties, moros, festivales, fallas, hogueras, noches de san Juan, he regalado flores y las he recibido como regalo, he probado el sushi y he repetido, he subido en un barco gigante, he ido a tres bodas este año y he disfrutado de nuevos “mini-humanos”. He vivido nuevos embarazos con toda la ilusión que eso conlleva y he recibido grandes amigos en casa. He tenido algunos sustos que por suerte se han quedado en eso y puedo decir feliz que he pasado un año maravilloso.
Ahora empieza el nuevo y quiero pedir alguna cosa, sé que no es una ciencia exacta y que esto de pedirle cosas al nuevo año pues no es más que un deseo, pero oye, que por pedir no quede.
Quiero que el 2015 lo acaben como mínimo los que lo empezaron y que además estemos sanos. Que los bebés que vienen en camino nazcan sanos y felices, que pueda seguir sorprendiéndome para bien en esta vida que nos está tocando vivir, que cada día sea capaz de encontrar algo bueno y distinto que me haga sonreír, que el trabajo que desempeñe me haga muy feliz, que tenga a los míos lo suficientemente cerca como para darles un abrazo o una llamada de teléfono cuando me apetezca y que el año nuevo nos traiga como mínimo 365 oportunidades.
año nuevo

Fíjate que me da a mi que el 2014 va a ser mi año (imagen c) @eltarrodeideas)
Se acabó lo bueno, acaban las vacaciones, acaba la navidad y empieza la vida real, la normalidad.
Esa normalidad que imploramos cuando nos dicen de quedar una vez más. No, no puedo más, no quiero comer más, mejor quedamos para un cafelito, ya si eso como en casa y nos vemos después, que yo creo que tanto polvorón no me está sentando bien.
Vuelve el madrugar, el acostarse pronto, el llevar a los niños al colegio, el tener un horario para todo, sobre todo para comer y para dormir, que no sé a vosotros pero a mi tantos días de descanso me desestabilizan totalmente.
Han sido unas vacaciones increíbles. No han sido muy largas, pero lo suficiente como para olvidar completamente mi vida normal.
He tenido tiempo de recuperarme de la gripe, que yo no me iba a escapar, de dormir mucho, de descansar más, de disfrutar de mi cama a la que tanto echo de menos a diario, de pasar tiempo con mi familia, de aplastar mi sofá, de ver tres películas seguidas, de salir, de comer, de beber, de comprar, de recuperar recuerdos, de ver amigos a los que hacía mucho que no veía, de recibir buenas noticias. He tenido tiempo de ilusionarme, de cocinar, de comprar, de decorar, de coser, de regalar, de recibir regalos.
He empezado el año con una sonrisa, rodeada de gente fantástica, recordando mil historias y compartiendo momentos únicos y tardes muy divertidas.
He podido conectarme a internet y escribir, y leer, y disfrutar de mi gente acercándola con skype, y tomarme una copita de ron virtual. He desayunado muy bien acompañada y he bailado hasta el amanecer.
He disfrutado tanto que he vuelto a ser una niña, he patinado, saltado en la cama, me he pintado las uñas de muchos colores, y he conseguido por primera vez el Rey del roscón.
He engordado, eso seguro, pero me he ganado cada gramo a base de quedadas y de momentos de felicidad compartidos.
Y hoy he vuelto a la realidad, me he vestido de rojo para derrochar energía y poder contrarrestar la mala que alguien pudiera enviarme en mi primer día de trabajo y aquí también he recibido buenas noticias.
Leí hace algún tiempo que la felicidad está en las pequeñas cosas y esa filosofía es la que voy a aplicar. Superado mi primer día de trabajo, voy a por un segundo reto, que es mi clase de patinaje hoy, mañana será la báscula, con la confianza de que esos kilos de más se vayan reduciendo poco a poco y enseguida llega el finde. De nuevo tiempo para disfrutar y hacer lo que me parezca.
El 2014 no ha podido empezar mejor, muchas cosas buenas, muchas noticias alegres y muchas cosas que vamos a celebrar durante todo el año.
Como dice El tarro de Ideas en esta imagen, me da a mí que el 2014 va a ser mi año, y si no es, pues que no sea por no intentarlo, ¿no crees?