No tengo miedo a morir.

Tengo miedo a no haber vivido, a darme cuenta de que ha pasado el tiempo y no he podido hacer esas cosas que querría haber hecho, a no haber viajado lo suficiente, a no haber dedicado tiempo a las personas que verdaderamente son importantes, a no haber disfrutado con lo que me gustaba, en definitiva, a que se me pase la vida sin haber sido consciente de ella.

Estos pensamientos vienen a tu mente cuando tienes un suceso trágico en tu vida, pero hay veces, que te despiertas y te das cuenta de que podrías ser mucho más feliz que eres y ese pensamiento te hace ir un poco más allá.

 

El otro día comentaba con unos amigos cómo viviríamos si supiéramos exactamente el día que nos vamos a morir. Si supieras que tu vida tiene fecha de caducidad, ¿la vivirías tal cual lo haces ahora mismo? ¿Qué cosas te darías prisa por hacer? ¿En qué sería diferente a la que vives ahora mismo?

 

Quizás nos preocuparíamos menos por las cosas, o más, según el tiempo que falte, quizás nos cambiaríamos de trabajo haciendo algo que nos hiciera ser más felices, altruistas, arriesgados…, quizás no nos importaría decirle a esa persona que la quieres, quizás te animarías a tener hijos, a no comprarte ese coche porque estarías cometiendo un error, a vivir de alquiler, ¿quién sabe?

 

Lo que sí sé es que sólo tenemos una vida y que tenemos que aprovecharla al máximo, es una frase muy manida pero el tiempo pasa tan, tan rápido, que cuando vienes a darte cuenta, ya se te ha pasado la mitad y te quedan millones de cosas por hacer. Y de lo que todo el mundo se arrepiente es de esas cosas que no se hicieron. Tenemos una vida, no la desperdiciemos.

 

Y no vale usar la excusa de que no hay tiempo, tal vez no puedas crear un nuevo comienzo pero sí puedes cambiar el final.

 

Anuncio publicitario